En una reciente entrevista el ministro de Inclusión y Seguridad Social, Jose Luis Escrivá, ha abogado por realizar un “cambio cultural para trabajar hasta los 70 o 75 años.”

La noticia, una vez más, pone en evidencia tanto la solvencia del sistema público de pensiones como la llamada solidaridad intergeneracional.

Y es que es evidente, en un sistema de reparto, ante el aumento de la esperanza de vida y la reducción de la natalidad, solo existen dos soluciones: o aumentos la edad de jubilación o aumentamos las cuotas sobre la población trabajadora dificultándoles desarrollar sus proyectos de vida.

Pese a las malas expectativas, desde los altos cargos del Gobierno, en lugar de proponer un modelo de transición hacia un sistema de pensiones de capitalización privada donde cada persona pueda jubilarse cuando lo considere oportuno (garantizando las pensiones ya comprometidas), fuerzan nuevamente a su población a seguir trabajado hasta que nuestros funcionarios electos lo consideren oportuno.