Hoy más que de bolsa vamos a hablar de economía, pero sobre todo, de la economía que se fue para la juventud de nuestros país, aquellos que se supone nos tendrán que pagar las pensiones el día de mañana.

Habitualmente, se les suele criticar llamándolos generación de cristal, o el clásico nosotros salimos adelante, teniéndolo todo más difícil. Y bien, en lo primero no voy a entrar a discutir nada -pues no es objeto de este análisis-, pero respecto a lo segundo, sí que cabe una consideración: Y es que la generación boomer, aunque construyó los cimientos del actual país -eso es cierto- también tenía un sistema económico que soplaba en su favor, cosa que ahora (sigue pasando con los boomer), ya no ocurre con los millenials o los “Z”

Bien, tres son las razones que abogan a la juventud de España, a preferir consumir en banalidades actuales, en lugar de buscar ahorrar a largo plazo. No obstante, para realizar el próximo análisis, partiré de dos premisas:

Los políticos no son malas personas

E igual que un trabajador busca cumplir con sus objetivos, ellos solo tienen en mente el inmediatoplacismo de las próximas elecciones, y por tanto, favorecerán a todo aquel grupo que le ayude a ganarlas, nada más.

Ahora sí, veamos los tres pilares que pesan como una losa sobre la juventud española:

En primer lugar, encontramos el contrato de trabajo. Y es que España con un paro del 12% -donde incluimos cierta ingeniería contable- de los mayores de toda Europa, tiene uno de los contratos laborales más rígidos del viejo continente. Poco flexible para las empresas, donde el trabajador insider, está ultra protegido frente al nuevo trabajador o el outsider (el que no para de buscar empleo)

Esto quiere decir que a más años cotizados en una misma empresa, mayor es el despido, de forma que todo aquel que lleve más de 10-12 años trabajando en el mismo sitio, es prácticamente intocable. Por tanto, si una empresa busca cubrir sus riesgos frente a situaciones inciertas, hará esencialmente dos cosas:

Por un lado, en caso de precisar despedir a personas, no despedirá a las menos productivas. Todo lo contrario, despedirá a las que menos tiempo llevan en la misma, debido a que su despido será más barato.

Y por el otro, a los recién llegados, para cubrir los elevados costes de los trabajadores más veteranos, les pagará muchísimo menos. No importa que sean más productivos, simplemente no podrá pagarles tanto

Ante esta situación, una migración hacia la mochila austriaca, ayudaría a favorecer a los outsiders, permitiendo incorporarlos al mercado laboral, y eliminaría ciertos privilegios a los insiders

En segundo lugar, un tema del que ya hemos hablado en varias ocasiones: El sistema de pensiones.

Y es que los pensionistas suponen 10 millones de personas (votantes), con intereses más o menos comunes: Ver incrementada su pensión año tras año. Pero claro, en un sistema de reparto como el nuestro, esos gastos deben pagarse con ingresos, concretamente con cotizaciones sociales.

Y mientras en los años 80, entre 7-8 personas pagaban una pensión (más baja, porque era de gente que había cotizado poco), hoy entre casi 3 personas pagan una pensión, pero es que en los próximos 15-20 años, una pensión deberá ser sostenida por un solo trabajador. Entonces, si hoy las cotizaciones sociales son en torno al 30% del salario de una persona (de hecho algo más), ¿A cuánto ascenderán en 2040 con toda la generación baby boom retirada? Simplemente pensarlo, da escalofríos.

En este segundo problema, el Gobierno de España, en lugar de buscar revalorizar las pensiones al IPC, debería buscar una migración hacia el sistema de pensiones nocionales de Suecia -tema que ya tratamos en esta misma newsletter-

Y en tercer lugar, está el problema de la vivienda. Tradicionalmente, el español medio nunca ha invertido en bolsa -raras veces, aunque cada vez más-, ha ahorrado en ladrillo.

Y bueno, con la concentración propia de las grandes ciudades donde se acumula toda la industria de mayor valor añadido (tecnología, medicina, finanzas…), cada vez más personas buscan emigrar a las grandes urbes, donde la vivienda se vuelve escasa.

España, de hecho, no tiene un problema de vivienda, solo las grandes urbes lo tienen: Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, Bilbao… y los ayuntamientos, y en general el Estado central con sus leyes, no buscan promover la construcción de nueva vivienda, todo lo contrario, regular el precio de la misma. Y con ejemplos como Barcelona, Berlín o Estocolmo, ya sabemos cómo han acabado las milagrosas intervenciones del Gobierno, reduciendo el stock de oferta y a la larga encareciendo los precios.

De hecho, según un editorial reciente del diario El País, hablaba de que la nueva Ley de Vivienda promulgada por el actual Gobierno, promoverá una jungla que eliminará muchísima más oferta, ante los pocos incentivos existentes para sacar una segunda vivienda al mercado del alquiler.

Y claro, ¿Quienes pagarán nuevamente la escasez de vivienda? Una vez más los jóvenes que buscan emanciparse y no les alcanza.

Ante esta situación, urge una liberalización del suelo allí donde sea necesario nuevo stock de vivienda, sobre todo en las grandes urbes españolas.

En definitiva, existe un grave problema para la juventud de este país. Un acceso a la primera vivienda cara, que encima no pueden permitirse justo aquellos que todavía carecen de ella, y no pueden acceder debido a salarios bajos, que blindan a los trabajadores más antiguos, y peor aún, con unas cotizaciones que reducen más si cabe su salario.

Pero como hemos dicho, los políticos no les apoyan, ni les apoyarán, no porque no tengan nada contra ellos. No va de eso. Simplemente no están bien organizados debido a que tienen intereses muy diferentes. Y mientras tanto, por otro lado, generaciones como los boomers, con intereses más comunes, forman caladeros de votos de 10 - 15 millones de personas, que ni el más loco de los políticos, estaría dispuesto a renunciar.

Todo ello, dibuja un futuro aciago para una generación, que cada vez ve más su futuro votando, sí, pero votando con los pies. Y entonces, ¿Quién pagará todos los privilegios prometidos? Quien no se estremezca ante esta reflexión, es que no se ha parado a pensarlo dos veces.