No cabe duda que este año está siendo espectacular en los mercados bursátiles mundiales. Hemos vivido una de las mayores caídas de las bolsas americanas de los últimos años y, además, su recuperación dejando el año en positivo en solo unos meses.

El S&P 500 no ha dejado de marcar récords las últimas semanas. El mercado ha cerrado su mejor mes de agosto desde 1986.

Durante el mes de agosto el índice ha conseguido una revalorización del 7%, lo que lo ha convertido en el mejor mes de agosto de los últimos 34 años.

Con este logro, el índice considerado como representante de la economía estadounidense lleva este año una rentabilidad de en torno al 5%.

Cabe destacar, que esto no podría ser posible sin las compañías tecnológicas que desde marzo mantienen un rally alcista casi sin precedentes. El Nasdaq 100, en lo que llevamos de año, obtiene una rentabilidad sobre el 32%.

Pero estas recuperaciones han sido asimétricas a lo largo y ancho de las distintas bolsas mundiales. Mientras que índices como los americanos mencionados o como el índice chino SZSE Component Index (+25% YTD), los índices europeos aún no han conseguido entrar en terreno positivo en lo que llevamos de año.

Por ejemplo, el DAX 30, aunque se encuentre cerca, aún está en números rojos YTD. El Eurostoxx 50, se encuentra casi un 15% por debajo de los niveles de principios de enero.

En la misma tesitura encontramos el Ibex 35 que se encuentra más de un 25% por debajo de enero. Además, hemos conocido recientemente que el volumen negociado en el mercado bursátil español se ha hundido al mínimo de los últimos 21 años. Es decir, desde 1999 no se movía tan poco dinero en la bolsa española.

Por estas razones, la aplicación de las reglas de la diversificación son importantes ya que no sabemos a priori qué sectores, países, divisas se van a comportar mejor en el futuro y menos aún en entornos de alta volatilidad.