Esto es algo tan lógico y sencillo que muchísimas personas pasan por alto hasta darse cuenta. La mejor forma de ilustrarlo es a través de un ejemplo.
Supongamos que partimos de 100 euros. Sufrimos una pérdida del 10% y posteriormente un beneficio del 10%. Comprobamos que el saldo sería de 99 euros. 100€ menos el 10% es igual a 90€; si a 90€ le sumamos el 10%, que son 9€, el resultado final da 99€.
Del mismo modo, lo comprobamos con otro ejemplo, de un 50%. Si de 100€ baja un 50%, bajaría a 50€ y si posteriormente sube un 50%, me quedaría en 75€.
Es decir que para recuperarse de una perdida, el porcentaje debe ser mayor al beneficio posterior para quedarnos exactamente igual.
Para una perdida del 50% necesitaría una recuperación del 100%.
Para una perdida del 75% necesitaría una recuperación del 300%
Para una perdida del 90% necesitaría una recuperación del 900%.